El mito sostiene que la mejor manera de aprender es que el alumnado “descubra” por sí mismo los conceptos, reglas y relaciones, con guía mínima del docente, bajo etiquetas como aprendizaje por descubrimiento, indagación, aprendizaje basado en problemas, experiencial o constructivista. En esta visión, se asume que los métodos de generación de conocimiento propios del experto o de los científicos (descubrir, investigar) deben trasladarse sin más a la enseñanza de principiantes, ignorando que quienes empiezan no piensan ni manejan la información como los expertos.
Según la teoría de la carga cognitiva, que se basa la arquitectura humana: dar poca o ninguna guía a los estudiantes principiantes cuando aprenden, el descubrimiento o la exploración imponen altas demandas a la memoria de trabajo sin transformar esa actividad en conocimiento organizado y estable en la memoria a largo plazo.
Evidencia acumulada: más de medio siglo de estudios comparados muestran que la instrucción explícita y fuertemente guiada es, por lo general, más eficaz y eficiente que los enfoques con guía mínima para aprendices novatos e intermedios.
Cuándo funciona lo indagación, exploración o descubriento: los efectos positivos suelen darse cuando el docente proporciona orientaciones claras durante la indagación; las actividades dirigidas por el docente muestran efectos mayores que las centradas en el alumno sin apoyo docente.
Implicación práctica: incluso cuando el alumnado posee conocimiento previo, la guía explícita o directa tiende a ser, como mínimo, igual de efectiva y evita la formación de concepciones erróneas o conocimiento incompleto/desorganizado. Los principios de instrucción basados en ciencias cognitivas y en prácticas de docentes expertos convergen en orientar, modelar, practicar guiadamente y verificar comprensión, en lugar de “descubrir” sin apoyos.
El estudio de Zambrano et al (2025) con 2193 docentes en servicio encontró que el 86,41% endosó la afirmación “el aprendizaje por descubrimiento es la mejor manera de aprender”, ubicándola entre los mitos instruccionales más difundidos. Estos resultados evidencian que las concepciones instruccionales no sustentadas están muy extendidas y que la formación docente requiere abordar explícitamente estos mitos y sus consecuencias en la práctica.
Emplear instrucción explícita con andamiaje: explicar con claridad los conceptos y procedimientos, modelar cómo resolver, y dar práctica guiada con retroalimentación antes de la práctica independiente.
Usar ejemplos resueltos y desvanecidos: comenzar con worked examples, pasar a ejemplos parcialmente resueltos y, luego, a tareas completas, reduciendo gradualmente los apoyos.
Dosificar la información nueva y segmentar en pasos pequeños: presentar lo nuevo de forma incremental, activar conocimientos previos, comprobar comprensión con preguntas frecuentes.
Incorporar práctica de recuperación: intercalar “mini‑pruebas” o preguntas de recuerdo para fortalecer la memoria y la transferencia, evitando depender de la relectura o el subrayado.
Enseñar estrategias para gestionar la carga cognitiva: segmentar tareas, usar mapas/diagramas/visualizaciones y practicar estas estrategias de forma explícita y recurrente.
Ajustar la guía al nivel de experticia: más apoyo y concreción con principiantes; mayor autonomía solo cuando el alumnado demuestra suficiente conocimiento previo y autorregulación.
Estructurar la clase con un guion claro: Introducción (propósito y conexión con resultados), Desarrollo (conceptos/procedimientos de lo general a lo específico, con ejemplos), y Cierre (síntesis y vinculación con la tarea), asegurando coherencia entre contenidos, actividades y evaluación.
El aprendizaje por descubrimiento, exploración o indagación no es la vía óptima para la mayoría del alumnado, especialmente cuando son principiantes, porque sobrecarga la memoria de trabajo y no suele traducirse en conocimiento duradero y bien organizado. La guía explícita, el modelado y la práctica estructurada ofrecen mejores resultados de forma consistente. En Ecuador, su alta prevalencia exige que la formación continua de docentes incluya desmontar este mito y fortalecer el dominio de principios instruccionales basados en evidencia.