La creencia sostiene que el éxito educativo depende sobre todo de la determinación (grit en inglés): pasión y perseverancia para metas a largo plazo, combinando interés, práctica, propósito y esperanza; “nunca rendirse” y “hacer todo lo posible” conducirían, por sí mismos, al aprendizaje y al logro académico. En su versión pedagógica, se asume que incrementar la motivación, el empeño y los “hábitos de perseverancia” producirá, por sí mismo, mejores resultados de aprendizaje, desplazando a un segundo plano la calidad de la instrucción y del conocimiento que se enseña.
La perseverancia no añade valor sustantivo sobre la perseverancia: meta‑análisis muestran que “grit” es esencialmente perseverancia con poder predictivo independiente muy limitado sobre el rendimiento, por lo que no justifica intervenciones centradas en el “grit” como palanca principal de mejora.
Confundir motivación con aprendizaje invierte la causalidad: la evidencia indica que la motivación no causa el aprendizaje; más bien, el aprendizaje y el éxito académico alimentan la motivación posterior (relación unidireccional logro→motivación), no al revés.
Riesgo de mensajes engañosos: afirmar que “todo es esfuerzo” y que el talento no importa distorsiona la realidad y puede minar la motivación cuando, pese al esfuerzo, no se logran éxitos tempranos; una comunicación honesta que combine expectativas altas, metas específicas y apoyo instruccional es más efectiva.
Sustituye la instrucción por eslóganes: priorizar “nunca te rindas” sin enseñar conocimiento declarativo y procedimental, estrategias y andamiaje deja a los estudiantes sin las herramientas que realmente permiten progresar. Enseñar bien —explícitamente, con ejemplos resueltos, práctica guiada y criterios claros— es el medio por el que se logra el desempeño que después alimenta la motivación.
En un estudio nacional con 2.193 docentes en servicio, el ítem específico sobre “Determinación/Grit” tuvo un problema técnico y solo 493 respuestas; en esa submuestra, el 92,90% identificó correctamente la afirmación como mito, por lo que no pudo incluirse en los análisis globales. Aun así, mitos estrechamente relacionados con la sobrerrelevancia de la motivación mostraron alta aceptación: el 70,50% respaldó que “la motivación conduce al aprendizaje”, y, en promedio, el profesorado no identificó el 60,69% de los mitos de aprendizaje e instrucción, lo que sugiere un contexto propicio para que mensajes simplistas sobre “ganas y perseverancia” se instalen en la práctica.
En conjunto, la evidencia local revela una alta prevalencia de mitos educativos entre docentes en servicio y la necesidad de formación continua explícitamente orientada a contrastarlos con teoría e investigación sólidas.
Enseñe para el éxito académico temprano y frecuente: diseñe secuencias con instrucción explícita, ejemplos trabajados y práctica guiada que produzcan logros observables. Esos éxitos alimentarán la motivación de forma más estable que los discursos motivacionales.
Vuelva específicos los objetivos y los pasos: sustituya consignas como “haz tu mejor esfuerzo” por metas concretas de conocimiento y desempeño, desglosadas en acciones alcanzables, con criterios de calidad claros y retroalimentación inmediata.
Regule expectativas y atribuciones: promueva que el alumnado atribuya progreso a causas controlables (p. ej., esfuerzo eficaz, estrategias, conocimiento), evitando mensajes que absolutizan el esfuerzo o que culpabilizan a la persona cuando falla.
Construya competencia antes de “resiliencia”: la percepción de competencia es un motor motivacional clave; refuércela mediante andamiaje y retirada gradual del apoyo a medida que el estudiante demuestra dominio, no al revés.
La determinación y la motivación pueden acompañar al aprendizaje, pero no lo sustituyen ni lo causan por sí mismas; es la instrucción eficaz y el logro académico resultante lo que, de manera fiable, alimenta la motivación y la perseverancia sostenidas.